LA RESPUESTA

 

 

Eran como las 5 de la mañana, estaba nervioso, no podía dormir, hoy volaría su hora 27, la mas difícil. La trompeta sonó como a las 6, eran pocos, estaban en una base de la fuerza aérea completamente operativa, no era la escuela, era la vida real. Se ducho, se puso el traje de vuelo y se miro al espejo. Era un hombre joven, 19 quizás, tenia buen aspecto, con su pelo corto y una sonrisa de orgullo, pero nerviosa al fin. El estómago le dolía, apenas si pudo comer algo, la mañana sería tortuosa, larga y agotadora mentalmente, pero para eso los entrenaban, para actuar bajo presión. Trotó con sus compañeros hasta los hangares, de ahí a la sala de vuelo, a estudiar y a esperar su turno, miro el cielo, estaba nublado, era el sur, la tierra del fin del mundo y pronto estaría allá arriba, la idea lo puso mas ansioso. Durante la estadía en la sala de vuelo estudió y leyó algo, ya se sabía la rutina de memoria, pero sus nervios lo traicionaban, algo andaba mal, tenía un presentimiento, pensaba en la lección de hoy, en los rizos invertidos y el rol a baja altura, algo había en el aire y en su corazón, por alguna extraña razón, cuando miro de reojo la pizarra con la programación de los vuelos y vio el suyo anunciado en el avión 127 para las 12:30 del dia supo que no lo lograría.

 

El cielo estaba nublado. El sargento de misiones le gritó , fue un grito seco y fuerte- Salida para el 127 en 35 minutos, preparado en el hangar.-. El cogió su casco de vuelo, su manual de vuelo y su paracaídas, se equipo nerviosamente, abrocho mal el paracaídas y le quedó incomodo, subió cierres y cerro viejas heridas mentales, miro por ultima vez el pizarron de operaciones y vio su nombre clave escrito en el , “ lancelot”, el ultimo caballero montado- pensó- luego se fue corriendo a los hangares. Ahí estaba el mecánico de su avión y el 127 esperándolo. Era el mismo de hace dos Díaz atrás. Ese avión tenia una maña,  el timón de profundidad muy duro, malo para los virajes, los mecánicos le decían “la vieja”. Mientras subía al avión para sacarlo del hangar llego su teniente, “falcón”. Se calo en el asiento de atrás y le dio los buenos dias, le dio un golpe en el casco y le dio la orden para salir. Comenzó por la revisión interior, se equivoco algunas veces, el teniente lo miraba pero no decía nada. Encendió algunos interruptores y pronto estuvo listo para salir. Por la cordillera salía el sol, un sol esquivo, flojo, pero al fin era el sol. Ya listo se comunico con la torre- torre, lancelot, 127 listo y preparado para salir. Espero unos minutos, había interferencia en la radio, estaba inquieto, sentía nervios y tensa su mano, al final pudo escuchar aquel ansiado boche en la radio.- 127, posición y despegue, autorizada pista 020.-. Su suerte estaba echada, al final igual sintió miedo.

 

La pista estaba despejada, al fondo un avión comercial se alejaba hasta la loza civil. El suyo era un avión de guerra. Puso el acelerador todo al fondo, el avión quiso arrancar, sintió el timón pesado y le dijo al teniente, pero nada hubo en ellos intercomunicadores, sabia que estaba solo, era la hora 27 y el teniente nada haría para ayudarlo. Eso terminó por acabarlo. En su mente no apareció nada, un tibio rayo de sol levemente le lastimo la vista, bajo su visor y soltó los frenos, todo fue el infierno, muy rápido, 270 kilómetros por hora, cualquier descuido y se mataban ahí mismo, lo sintió duro nuevamente, todo sucedió muy rápido entonces, vio la mitad de la pista pasada y supo que no podría controlarlo, no lo lograría. El avión perdió rápidamente el control y se fue fuera de la pista, el pasto y la tierra lo golpearon duro, el ala izquierda bajó y golpeó el suelo, cargada de combustible, de ahí se fue hacia el frente y se golpeo la cabeza. Antes de poder hacer algo ya todo había pasado.

 

Ahora eran como las 10 de la noche. Las ultimas horas de un horrible dia de 1995. El lugar, una cantina hedionda y fría de un pueblo del sur. Sobre la barra algunas copas a medio tomar, la música que sonaba era de lo peor, bandas de rock latino mezcladas con tropicales y cumbias. Juan andres estaba apoyado sobre la barra y bebía unas piscolas . Digo bebia por que siempre tenia una en la mano y una servida sobre la mesa para después. El sitio le causaba pena, era muy obscuro y solitario, aunque por una extraña razon le comenzaba a gustar, era casi familiar. En su borrachera imaginaba el living de su casa en medio de las mesas roidas del improvisado pub del bar, su dormitorio podría ser aquí mismo, en la barra y el cuarto de entretenciones podría ser el pool que habia en una esquina mugrienta. ahi estaba todo lo que necesitaba, lo mas importante de todo es que aquí nadie lo podría molestar jamas. Al rato llego Marcelo. Su socio y guru. Lo miro con cariño y le sonrió. Marcelo tenia la mirada de un mercenario, un tipo de sangre fria y eso a juan andres le gusto. Le gustaba la firmeza de su mirada, transmitía decisión y decidió que esa sería su nueva mirada ahora. Jugo un rato con ello, miro al cantinero y a una mina que estaba con otro tipo en la esquina de la barra. La mina reaccionó bien, le respondió con una sonrisa y el tipo con una mueca de desagrado. Marcelo se sentó a su lado, le sonrió nuevamente y le pregunto cariñosamente – Que estay tomando anidiecito- . El solo le señalo la piscola y se llevó un sorbo de la suya a la boca. Un sorbo generoso que lo puso de buen humor, eso era bueno, sabía que en cualquier momento del futuro una buena piscola le alegraría un mal dia. Esos de seguro llegarían pronto. Marcelo le dijo que tenían otro cliente, que vendría mas tarde a ver la pistola que les quedaba para vender. Juan andres recordó como fue que conoció a Marcelo. En la fiesta de un amigo hace un año atrás, mientras el dormía una borrachera, en medio de una loca noche de verano, Marcelo se apoyo en su cabeza y se puso a dispararle a unos compac y  a unos pavos que andaban sueltos en el campo de su amigo. El había despertado con el boche y marcelo solo le sonrió, al igual que ahora y siguió disparando. De ahí lo atrapo su mirada y su carácter fuerte y gitano. En ese momento –recordó- había cobrado un nuevo sentido la vida para el, después de haberlo perdido casi todo ahora quería ser igual que el, un vendedor de armas, un respetable y temido vendedor de armas, con una vida independiente y aventurera, sin horarios, sin destinos, sin hogar. Mas tarde descubrió que esta vida era dura y que se pasaba mucho tiempo solo, entonces descubrió que también le gustaba la soledad y que le gustaba la vida dura. Lo que no tenía claro era por que. Marcelo se fue al baño y el siguió tomando, se sirvió la otra que tenia en la mesa y vió la hora, eran como las 11 de la noche. La mina de la esquina se le acercó y le toco el hombro. El se percato que ella estaba sola. Ella le pidió un trago y le dijo que su amigo no los molestarían, que ya estaba todo arreglado, sin embargo juan andres se lo negó. La mina se enfureció y le dijo que si acaso no tenia alma.- Los miserables no tenemos alma.- le dijo, luego se hecho a un lado, miro fijo al frente, agacho la cabeza y volvió a su mundo, a un mundo interior que estaba mas alla de cualquier cosa que estuviera aquí afuera y mientras se alejaba se sintió bien, la piscola ya casi se acababa. Pronto le dieron ganas de mear. Caminó hasta el baño y por el trayecto se cruzo con marcelo. Este le dijo que no se perdiera por que lo necesitaría mas tarde para concretar el negocio. Juan andres entro al baño y meo, mientras lo hacia encendió un cigarro y miro y olió el asqueroso sitio. Luego se sacudió y se lavó las manos. Sobre el lavatorio mugriento había un pequeño espejo que daba un pobre reflejo por la escasa luminosidad. Por primera vez en muchos dias se miró a el mismo. No estaba nada bien lo que veía, ojeras y un rostro que una vez fue joven y firme ahora lucia viejo y fofo. Era la imagen de un perdedor, de un miserable o de un infeliz, pero eso no parecía importarle mayormente, por que ahora tenía su nueva mirada y eso le gustaba mucho, casi por un momento pensó que volvía aquel orgullo a su corazón, pero fue eso, solo un pequeño momento.... Después del accidente volvió a la escuela. Ahí estuvo un par de semanas mientras duraba la investigación. El reporte diría negligencia del piloto . entre otras cosas le dijeron que tenía mal oído y malos reflejos, baja capacidad de concentración y mala coordinación. Uno de los médicos agregó un estado avanzado de inmadurez mental y el teniente que volaba con el agregaría simplemente que como piloto no servía. Recordó que luego, el ultimo dia que estaba en la escuela antes de retirarse para siempre se lo encontró en la comandancia. El tipo era delgado y alto, tenía un brillo de ganador en su mirada, sus hombros eran anchos y su sonrisa amplia y segura, cuando Juan Andrés cortina lo miró supo que la respuesta que estaba buscando estaba en ese hombre y lo que el proyectaba, el teniente le sonrió y le dijo textualmente algo que jamás olvidaría.- muchacho, hoy te toco perder, pero no siempre será asi.- luego el siguió su camino y le dio una palmadita en su espalda. Jamas olvidó esas palabras.

 

Cuando salió del baño eran pasadas las 11 de la noche. Marcelo estaba sentado ahora en una mesa con un tipo joven, de unos 30 años que vestía con ropas abrigadas. Juan Andrés se acercó medio tambaleante por que las piscolas ya lo habían agarrado y luego se sentó. Marcelo los presentó, el tipo se llamaba Carlos. Mientras marcelo seguía con la venta, juan andres tomo otra piscola y se puso a mirar al tipo. Sería una venta facil por que apenas lo vio supo que era un rambo frustrado. Eso lo hizo reaccionar nuevamente, ¿ y que era el ?. Muy pronto carlos se fue con una pequeña maleta de plástico que contenía una bereta 9 mm y dos cajas de balas. Marcelo tenía en sus manos un cheque por la venta, era mucho dinero y eso lo hizo sonreír, con eso bastaría para cubrir la letra de la camioneta en la que viajaban y una buena borrachera por al menos un par de semanas y eso pareció alegrarlo mas. Sin duda ya no había huellas del Alférez Juan Andrés cortina, dado de baja en febrero de 1991 de la fuerza aerea por un accidente aéreo, ni la gran mirada de arrogancia, ni la visión de la vida que por aquellos tiempos pudo haber tenido , sin embargo estaba ahí, ahora, vivo y sonriendo ante una patética escena de bar. El conocía muy bien cual era su futuro y cual había sido su pasado, sin embargo  el hecho de no saber que es lo que había sucedido en su alma aquella tarde de febrero en el sur, mientras realizaba su ultimo vuelo lo atormentaba sobre manera. Su alma se habia poseído de ese sabor amargo de la derrota, pero mas que eso era un espíritu atrapado en medio de una pregunta.- que sucedió-. Aún asi la vida seguía sonriéndole, tenía un negocio terminado esta noche y mucho para beber . Mientras salían del bar unas horas mas tarde, con sus botas embarradas por el sucio fango de las calles empedradas de roca volcánica marcelo le hizo un comentario que lo volvió a alegrar .- hoy dia ganamos amigo, lo viste ?.-. Entonces , al alejarse en medio de la oscuridad, con la cabeza llena de pisco y humo de cigarrillos recordó aquella tarde en la que la vida se puso dura con el, ahí, justo ahí a la salida de la comandancia de la escuela de aviación, aquel hombre le había dado la respuesta a la pregunta que lo atormentaba y que hacia referencia con que algún dia tendría que volver a ganar. Con respecto a lo que verdaderamente había sucedido allá arriba, bueno, eso era algo que el alférez Juan Andrea cortina al fin tenía claro. Aquel dia solo le tocaba perder. Eso había sido todo.