EL DUELO

 

         Todo sucedió demasiado rápido. Estaba como siempre en el PUB del gringo, ese que queda en carrera. Era cerca  de la media noche. El lugar estaba lleno, no tanto como de costumbre, pero lleno. El humo del cigarrillo se filtraba por las rendijas de la cocina y el olor a tablas de cebolla picada con carne se filtraba hacia el local. Me encontraba, digo, sentado en la barra conversando con el gringo cuando ella apareció. Fuè como si un viento helado se colara por mi espalda. Un crujido lastimoso provino de la puerta de entrada seguido luego de un silencio sepulcral, seguida de la mirada expectante de todos los presentes. Ella caminò  entre las mesas y se puso a mi lado. El gringo se hizo el tonto y agachò la cabeza, luego me mirò  y me guiñò el ojo. Comencé a temblar de una forma descontrolada. Apenas si podìa mantener mi respiraciòn y los latidos de mi corazòn. Ella pidio un trago, algo de color azul, que mas no vale recordar ahora y luego extendiò su diestra para que le encendiera un cigarrillo. A esas alturas yo no podìa hacerme el tonto tambièn, asi que se lo encendì.

        

         Todos sabíamos quien era ella. Mas valía saberlo. Se trataba de una misteriosa mujer que frecuentaba los Pub del centro. Le gustaba llegar y tomarse algo. Luego , su “ modus operandis”, se acercaba a alguien de la barra, de aspecto despreocupado, que no tuviera pareja y que anduviera solo. Ahì comenzaba a seducirlo y luego algo sucedia. Algunos contaban que los tipos aparecían muertos al otro dia, perdidos en algún basural, en algùn sitio eriazo, en el rio bio-bio. Pero no pasaban de ser solo leyendas urbanas, ni siquiera yo podrìa afirmar que se trataba de la misma mujer. Era embrujantemente hermosa. Vestìa entera de Negro, al igual que su precioso pelo, brillante y sedoso que le llegaba hasta la cintura. Sus ojos eran color miel y su tez color mate, como la arena de una playa del tròpico oculta por la inmensidad el océano, misteriosa, fascinante, exótica y mortal.

        

         No hize mas que mirarla, creo que solo fue un segundo y de pronto el temblor termino. Ella puso su mano sobre mi hombro y me invito a bailar. Mire al gringo como buscando una seña de aprobación, a lo que el solo asintió con un gesto de su rostro, el que mas parecìa un tic nervioso que una afirmación segura. Nos fuimos de la mano, ante la atónita mirada de los que estaban en el Pub. Pasamos entre las mesas, llevando tras nosotros una lluvia de rumores e inexplicables lamentos.

 

         La banda toco algo de los U2: “ Ella quería morir en su cama, desnuda, fumando un cigarrillo, escuchando una vieja canción  ... “. Pude sentir como lentamente la tensión inicial de mi cuerpo se iba, al igual que  mi miedo y la angustia de hace un momento. No hablamos casi nada, excepto cuando ella me pidiò que tubiera mas cuidado con mis piès, pues la estaba pisando. Me pregunté entonces si una asesina dirìa eso antes de matar a alguien. Si acaso en esa compleja y alucinante mente destructora cabían frases como aquellas. Eso terminò por tranquilizarme. De pronto el deseo se hizo evidente. Comencé a apretarla mas fuerte, casi de manera imperceptible, al menos para mi, pero mi torpeza delato mis intenciones, puesto que al segundo ella reaccionó, siempre con la dulzura y seducción que había mantenido hasta este momento, separando mi cuerpo apenas unos milímetros del suyo. Sus pechos duros y jóvenes inspiraron mi mente . Su cintura casi perfecta sedujo mis manos. Mis dedos se deslizaban sobre su espalda como si tuvieran una cubierta de mantequilla. Luego ocurrió. Así, como si nada. Puso su rostro frente al mio. Un aliento suave y dulce como la miel baño mi boca. Sus ojos se cerraron, los mios se abrieron. Su corazón salto fuerte y el mio por poco se detiene. Entonces me besó. Con un beso suave y dulce del cual solo puedo recordar aquella increíble suavidad. “ En sus labios tuve que reinventar el concepto de dulzura...”. Sentía como todo el mundo nos miraba. Algunos actuaban con repulsión. Otros, atónitos, intentaban desenmarañar el rompecabezas que tenían en frente. Una chica misteriosa y el borracho de turno del bar del gringo, así nada mas, sin preguntas, sin previa seducción, como si el destino deparara algo mas especial para mi esta noche. Algo que no fuera lo mismo de siempre, lo de todas las noches, una borrachera con pisco nacional, una pelea afuera en el paradero de micros, un despertar un tanto abrupto con la cabeza casi desintegrada, las manos ensangrentadas por algún vaso roto en los nudillos, los ojos inyectados en sangre por un mal sueño, mas bien una eterna pesadilla. El destino es algo increíble, pensé.

 

         Fue cuando dejamos de bailar en que todo comenzó. Apenas si logramos separarnos cuando un tipo alto y fornido se fue sobre mi. Nadie vio de donde salió. Ni el gringo alcanzo a reaccionar. Todo sucedió demasiado ràpido. Entre el ajetreo ella desapareció. Volvió la incertidumbre y esa sensación de encontrarme el el lugar equivocado. El golpe vino en seco. Rompió algo de labio y nariz. La cara se me adormeciò y todo me dio vueltas hasta que sin saber como, ya estábamos en la calle.

 

         Nadie del Pub quiso salir. El gringo, aunque yo fuese su casero, no se meterìa, y como yo andaba solo deduje que de esta no saldría sin la ayuada de mi bereta. Habìa en el callejòn unos tres tipos, aparte del grandulòn .  Yo estaba en el suelo, entre los cuatro. Intentè reincorporarme despacio, siempre con las manos en alto, para impedir que ellos me atacaran primero. Ahì vino la primera patada, y luego la segunda, hasta que alguno de ellos dijo basta. El fornido me miró con gran desprecio. Sentí que había algo entre el y yo que estaba pendiente, pero no podía recordar que. Luego lo entendí. Era ella, la chica del Pub. La misteriosa asesina nocturna. Se debía tratar de otra de sus victimas, la que envuelta en un repentino ataque de celos se lanzo en una búsqueda desenfrenada a través de los Pubs y boliches del centro. Luego dio con ella, la arrancó de mis brazos y esto. Ella debìo haberse percatado y huyó en medio de la confusión, talvez a otro bar cercano, para seducir a algùn desprevenido borracho de planta. La situación no podía ser mas desfavorable para mi, sin embrago, tenìa una salida. Una bereta 9 milímetros permanecía aún enfundada en mi cintura. Ni los golpes ni los samorreos la habìan movido de su lugar. Tenía solo unos pocos segundos para sacarla, dispararle al menos a uno de ellos y luego huir en medio de la confusión. Sin embargo, parecìa demasiado peligroso, dada mi actual posiciòn y dada la actual de ellos. Fuè entonces, mientras pensaba eso,  que uno de los tipos sacò un arma entre sus ropas y se la pasò al fornido celoso y desesperado gorila que me habìa traido hasta acà.- Màtalo.- Le dijo el tipo. Entonces saquè mi arma como un acto reflejo, aunque, pienso ahora, jamas lo quize hacer. No hubo un disparo, al menos por unos segundos. El quedò en frente mio, como a unos 5 metros, con su arma apuntado directo a mi cabeza. Fueron los segundos mas largos de mi vida. En aquel misterio que embarga la mente humana cuando esta sometida a presión, apareció de pronto en mi la idea de que el tipo podrìa erra su tiro. Su arma se veìa vieja. A juzgar por el modelo, se trataba de una obsoleta browning 7,65. Un pequeño calibre hecho para herir a corta distancia, pero impreciso, A juzgar por la forma en la que su mano tomaba la empuñadura no habìa una previa lección de tiro, y, a juzgar además por la luz del callejòn, apenas si podría matar a un gato a dos metros de distancia. Luego solo me quedaron dos segundos para pensar en mi. Y extrañamente lo ùnico en lo que pude pensar fuè en ella. En aquel beso adentro del Pub, que pareciò eterno en medio de las luces que ya se apagaban para siempre.

 

         No recuerdo nada mas, salvo imágenes fantasmales, sombras, voces. La voz de ella hablando en la oscuridad diciendo -Creo que lo mataste-. Vamos de aquì.