Son las 10 de
la mañana de un dia soleado de verano. La ciudad ya se mueve hace dos horas,
sin embargo hace apenas tres que se durmió. Camino en medio de un mar de gente
que camina rápido y con la mirada baja. Mientras hago el recorrido hasta la
micro me detengo en cada esquina con la mirada y solo hecho un ojo: Ahí esta el
mismo vagabundo de ayer y de antes de ayer, dando su mismo recorrido, el mismo de todos los dias hasta que la muerte
lo alcance en una esquina. Tiene una pierna agangrenada, sus ropas despiden un
fuerte olor a orín y excremento, su rostro bronceado y sucio con una barba
larga de hace meses ... o años. Cuando paso junto a el bajo la mirada como todo
el mundo. Un grito de clemencia por un poco de dinero pero ni siquiera me animo
a detenerme, se que si lo hago ya no podré seguir adelante. Pienso en que uno
de estos dias lo encuentro muerto en medio de la vereda , y ni siquiera en ese
momento me detendré a llorar por el. La vida sigue en la próxima esquina. Una
mujer se detiene a leer el diario. Un quiosco azul en el que los titulares
anuncian lo mismo de todos los dias: Que subió la bencina, la delincuencia y el
desempleo. Baja irónicamente la popularidad de algunos políticos y algún
deportista fue eliminado de un campeonato de tenis. Aun asi compro el diario
mas por un asunto de costumbre .Luego , en la micro medio dormido y medio
arrugado por el sol que a esa hora de inclemente por la ventanilla me enteraré
de lo que no sale en los diarios, aquello que sucedió anoche en medio de una
ciudad violenta, eso que ningún diario escribe y que ningún noticiero
transmite. Una mujer de 23 años es violada en frente de sus padres. El tipo le
desgarra el vestido, uno rojo con flores amarillas y verdes que recién ha
comprado en una tienda del centro. La madre mira atónita con un cuchillo en el
cuello y su padre es golpeado brutalmente en el estómago. La muchacha recibió
heridas internas. Los chicos se alejan bebiendo pisco y escupiendo luego al
suelo, mientras sus risas y carcajadas resuenan en una calle obscura que
conduce hacia los parajes mas obscuros y tenebrosos de nuestra ciudad. Luego,
por la mañana nada quedará de aquello. La impunidad es total. La chica de en
frente habla muy fuerte. El motor de la micro ahoga sus lamentos pero igual
logro escuchar. Se refiere a un asunto familiar demasiado intimo. Anoche su
madre durmió con el amante y ella con el amigo del amante de su madre. A juzgar
por su cara y su cuerpo no pasa de los 16. El tipo llego borracho, ella intentó
oponer resistencia pero su madre no se lo permite, el amante las mantiene a
ambos, por esos lados se conoce como conviviente. Ella se baja mas tarde,
frente a la vega monumental, ahí venderá manzanas y verduras durante unas diez
horas seguidas, luego en casa ni siquiera su madre tendrá un plato de comida
caliente y tendrá que irse a la cama probablemente con un corto de pisco en el
estómago y una vieja canción de zalo reyes sonando en una emisora am. Si tiene
suerte el tipo que duerme sobre la mesa borracho no vendrá a molestarla con su
mal aliento por esta noche. Seguramente mañana estará mejor.
Son las 11
de la mañana cuando el aire marino me despeja. Estoy en el puerto para cerrar
un negocio. El puerto es pintoresco. Muchas cestas con pescado y mariscos
entran al terminal pesquero, nuevamente los mendigos y los niños de la calle
buscan su mascada. Uno me sigue persistentemente y me pide una moneda.- Por
favor, es por mi enfermedad.- El chico apenas pasa de los 12 años y ya esta
enfermo. Me pregunto que enfermedad tenía yo a esa edad, salvo enfermedades
ficticias que solo eran producto de mi imaginación. Mi madre acostumbraba a
decir que yo era un hipocondríaco. Por las noches antes de rezar bebía un vaso
de leche para dormir bien, eso ayuda, aún ahora que ya paso de los 26. Una
cesta con pescados de voltea en medio de la multitud. Los perros y los mendigos
pelean el botín con similar entusiasmo. Uno de los mendigos recoge un pez y
luego un perro se lo arranca de las manos. El perro es perseguido por dos
perros mas y por 5 mendigos, se pierden en medio de los callejones que dan a
las maestranzas , probablemente el perro suelte algo que alcance para un
caldillo amarillento calentado al calor de una hoguera participativa. Solo tal
vez.
Luego por la noche todo es
distinto. El regreso es como de costumbre ansioso. Existe un sentimiento
sublime que le recuerdan a uno el hogar. Son las mismas calles y después la
misma ropa desordenada sobre la cama y la misma loza sin lavar. La soledad de
una habitación es algo maravilloso si de vez en cuando uno finge que es feliz.
El resto de las veces es solo un momento que se olvida luego, cuando el ruido
de la calle inunde el departamento a media luz y por la tele den las noticias
de las nueve, las mismas del diario de hoy por la mañana, solo que a colores.
El camino hasta el restaurante chino es largo. Antes hay que atravesar el
barrio y la calle principal. La vitrinas apenas lucen sus aparatosas
decoraciones, esta todo apagado y ya nadie grita los kinos por las esquinas.
Algunos teléfono de la calle suenan , quizás por un dedo mal puesto en el disco
de un viejo aparato con sistema de discado antiguo. Al llegar al centro
aparecen los habitantes obscuros de la noche. Una ciudad cruel se presenta ante
mis ojos, un centro sucio y decadente. Algunos tipos sentados en las bancas del
paseo peatonal se cuartean y gritan obscenidades a las chicas que salen de los
institutos o de las oficinas. Los tipos tienen los ojos saltones y bolsas bajo
ellos. Sus rostros denotan fatiga y una cruel exposición al sol . Sus manos
permanecen ocultas en los bolsillos , en los que esconden algo que mejor no
imaginar. Frente a ellos unos lanas venden la ultima novedad en pulseras. Las
colegialas que a esa hora están en la calle les bolsean cigarros y les buscan
conversa, algunas prostitutas se ubican en las esquinas, mientras la gente
entra a los locales de comida rápida para saborear la ultima especialidad en
comida de mierda. Por las vitrinas se pueden ver devorando completos que pasan
con un chop frío y espumoso, luego encienden cigarros y sonríen mostrando sus
dientes amarillentos y con restos de comida pegados a ellos. Un tipo tiene una
radio en la que pone temas sound. Unas chicas bailan a su alrededor con un
sombrero para las limosnas ubicado en medio de la calle. El aire esta
enrarecido y la escasa gente común y corriente que pasa a esa hora intenta
hacerse la lesa y seguir su camino, pero algún imbécil intentará pasado el
peatonal, ya llegando a los tribunales agarrar el trasero de alguna chica sola
y asustada o arrancar de sus brazos la cartera de alguna vieja que salió a
buscar algo para comer por que seguramente en casa no hay nadie mas que salga
por ella. Con todo lo anterior es una bonita noche de verano y pasado el
peatonal el aire no esta tan cargado a olores sub urbanos, se puede caminar
casi tranquilo e incluso sonreírle a la chica que pasa por el lado. La verdad
es que la gente esta muy mala y la ciudad es feroz, sin embargo todos al final
se las arreglan para ser felices, aunque sea de una manera mediocre . La idea
es seguir adelante aunque lo que se vea hacia atrás sea el espectáculo mas
horrible del mundo. Solo al final, poco antes de las 12 de la noche vuelvo al
departamento con una cena caliente en mi estómago. A esa hora los pacos hacen
una última ronda, se llevan al tipo de la música sound y a los lanas que venden
pulseras, dejando en la calle a los
verdaderos maleantes: los drogos , los cogoteros y los violadores que
seguramente y, como todas las noches, harán de las suyas para volver a aparecer
en los diarios de mañana por la mañana. Así, poco a poco van escribiendo una
historia de terror, brutalmente real. Hoy apenas es miércoles.
El resto de los dias se pasan
rápido. En el barrio son todos los dias iguales. Hoy es jueves. La gente llega
en autos verdes y rojos que hacen juego con sus celulares. Al principio el
ruido de la calle es molesto, pero al final los oídos se acostumbran. En la
esquina uno de los estacionadores guía a los conductores a los huecos
reservados como estacionamientos. De un auto amarillo descienden dos chicas
vestidas de negro. Cada una lleva un bolso de cuero y un celular con luz
intermitente en la mano. De pronto uno suena repentinamente. Mientras una
enciende un cigarrillo la otra habla con un tipo. Parece que las espera en uno
de los bares del barrio. Ella titubea y no sabe donde es, la otra, la del
cigarro le indica una dirección y luego solo la siguen. Mientras caminan uno de
los chicos neopreneros le mea las ruedas del auto y luego se lo raya con un clavo.
El tipo del estacionamiento no hace nada y se fuma un pito para estar en onda.
Los chicos del neopren son algo terrible. No pasan de los 12 o 13 años. La otra
noche vi una chica de 12 , en otras circunstancias me habría parecido una chica
muy linda. Dos chicos totalmente drogados con sus bolsas se la disputan , la
pelea entre los dos chiquillos se torna violenta hasta que uno de ellos saca un
cuchillo con una hoja pequeña, una cortaplumas, gracias a dios su estado de
embriaguez les impide dar en el blanco y la chica, aunque volada logra huir hasta el medio de la plaza mientras los
chicos se pelean ahora la bolsa con neopren que queda Unos chicos
universitarios beben sentados en la vereda unas chelas nacionales. Hablan de
política, hablan de fútbol y la relación que existe entre un futbolista y un
político, lo que en este país es exactamente lo mismo, a veces los quieren, a
veces los odian. Los estudiantes nunca andan con plata, se gastan la mesada de
la semana antes de que llegue el jueves, siempre andan cagados del hambre y
nunca llegan a la casa o la pensión antes de las 8 de la mañana por que cuando
el carrete es en el barrio las micros ya no pasan hasta las primeras horas de
la mañana. Recuerdo una de mis mañanas en un paradero después de un carrete,
esperando la micro numero 3 que me llevaría a la casa de mis padres en esos
años. El frío cala en los huesos y las piernas se entumecen ,el frío te hace
cabecear y las narices comienzan a moquear, es terrible. La mayor tortura es
imaginar tu cama tibia, esperándote. A veces vale la pena, algunos de ellos se
quedarán dando vueltas toda la noche, macheteando para hacer las monedas para
la famosa promo, que ya es monumento nacional en este país. Cuando el copete se
acabe la marihuana, luego quien sabe. La mina de hace un rato se aproxima a la
puerta de un bar cuico que queda a mitad de cuadra. Los tipos de la puerta la
conocen y se dejan seducir por su porte de universitaria y su pelo con visos
rubios, antes una llamada de rigor por el celular y finalmente la entrada
triunfal, en medio de gritos de los tipos que les gustan esos bares, con
camisas de algodón en todos los tonos, con jeans de buena marca y peinados a la
moda. Ellas gritaran en medio del boche que son universitarias y que se llaman
maca o katy . Una de ellas después de algunos margaritas ya no recordará que es
universitaria y bailará toda la noche arriba de una mesa. Al dueño le gusta el
espectáculo por que es bueno para la propaganda. Un tipo de camisa de algodón
parece reconocerla e intenta subirse a la mesa con ella. La mina pierde el
equilibrio y cae sobre la mesa inconsciente. La amiga se muere de vergüenza y
le comenta a José Antonio , que esta a su lado y que lleva quinto año de
medicina que ella no es de las mismas y que por favor le ayude a levantar a su
amiga y a llevarla a su auto, el amarillo que esta estacionado a un lado de la
plaza, y que de pasadita el la puede acompañar a dejarla a su casa y luego...
bueno, luego veremos.
Es viernes por la noche. Por
la tele dan programas de concursos. Hay dos animadores que le hablan a la
gente. La gente aplaude y se ríe y los concursantes miran con terror a las
cámaras. Uno de los animadores les hace muchas preguntas y ellos se apresuran a
responder primero. Detrás hay una pantallita que muestra un puntaje, detrás de
las pantallitas hay luces de colores que se encienden y se apagan. Uno de ellos
gana y salta, ríe y abraza a los demás participantes. La animadora llena de
risa le entrega un fajo de billetes de mentira y le pregunta en que los va a
gastar. El tipo responde que en una casa, en un auto, en la universidad, en la
mama.... y entonces saco la cuenta y me percato que la plata ya no le alcanza,
tal vez para un viaje, pero para nada mas. El timbre suena. Es la marce. La
única amiga que tengo por estos lados resulta ser marimacho: Una mujer que ama
a otras mujeres. La conocí una noche que frecuentaba uno de esos bares a los
que acostumbro ir para conocer gente interesante. Ahí estaba la marce agarrando
con su polola. Un dia llegó con un amigo a mi departamento. Hablamos y de ahí
jamas se separó de mi. Ahora viene subiendo con un amigo de ella, que canta en
las poblaciones y que toca en bandas callejeras, que organizan teatro para la
gente mas humilde y que camina en zancos. El tipo es como de mi porte, con
barba de chivo y patillas largas. En su espalda tiene una mochila en la que
lleva los cuadernos de la clase de la tarde y un par de embaces de cerveza. La
marce me lo presenta y nos sentamos a hablar un rato: Hablamos de todo, de las
bandas callejeras, del teatro y de los poemas de bukowski. La marce no lo cacha
pero quiere aprender, para las orejas para aprender lo mas que pueda, quiere
saberlo todo por que todo le llama la atención, ella quiere ser baterista de
una banda de rock, quiere viajar por el mundo tocando una batería y saber de
versos y de libros y de cine y de buenos actores de teatro. No le interesa
saber nada sobre buenas costumbres, sobre como sentarse o aprender nuevas
palabras del vocabulario, no le interesa pensar en que el lunes tiene certamen
ni que tiene que ir a ver a sus padres el dia domingo, ni aún pensar en su plan
de jubilación. Ella solo quiere pasarla bien, como sea, aunque al final quede
tirada por ahí en un paradero cargada del frío esperando una micro que la lleve
a casa.
Afuera las
minas universitarias debutan como niñas en su primera comunión. El ambiente es
sensacional. La música sale de los bares y la oferta es amplia.: Rock,
tropical, artesa, cumbias , pop y tecno. Hay para todas las edades, para ricos
y para pobres, para universitarios y para pingüinos. Las botillerías del barrio
se apestan de chicos haciendo cuchas para comprar la promo, los puchos y los
vasos desechables. La dueña del boliche de la esquina vende pisco y tequila,
los universitarios compran pisco de bajo grado alcohólico, vino y cervezas. Los
top compran ron bacardi dorado o Stolichnaya, con una cola cola y bolsas de
hielo. Luego se irán a algún departamento cerca y ahí comenzarán la fiesta. En
el pronto de la esquina algunos se llenan la guata para afirmarse: Devoran
completos con pasta de palta y mayonesa que se les chorrea por las manos. El tio de la otra esquina vende sambers de
carne de chancho con tomate, palta y mayonesa, todo eso por luquita, antes
recomiendo mirarle las uñas, aunque como a las 5 de la mañana y medio asado la
acepcia ya no importa. En la esquina una vieja prepara la cama para dormir,
junto a dos perros y un montón de cajas
de cartón y bolsas plásticas. Es muy pequeña y muy delgada, su rostro es el de
una mujer cansada de la vida y sus manos están entumidas y arrugadas como
pasas. Los perros la defienden de las calles, de los marihuaneros y los neos,
incluso de otros perros. Antes de dormirse reza una oración, sin odio recuerda
a sus hijos, que un dia le volvieron la espalda y jamas quisieron saber de
ella. Luego se duerme. Una universitaria en su noche de debutantes vomita en
las puertas de un auto estacionado, mientras los otros tres chicos que están
dentro le dicen que es normal y que tiene que seguir tomando para que se
afirme. La chica sonríe, se limpia las babas y vuelve al auto. El chico de el
lado le sirve mas y los de atrás sonríen. Mas tarde se irán por ahí y uno de
ellos le hará el amor sin que ella ni siquiera se entere. La marce , su amigo y
yo bajamos a comprar algo. Ellos se despiden sin embargo en la esquina por que
tienen algo que hacer. Yo los dejo y me voy a dar una vuelta por ahí. Llego a
uno de esos bares de hombres solos y pierdo en tiempo frente a una cerveza. Un
tipo a mi lado me sonríe y me hace gestos extraños. Está borracho como todo el
mundo aquí. Me cuenta un cuento de esos antiguos, de anacondas y cocodrilos. En
su mano tiene una sopaipilla calentada por microondas y chorreada de ají. Le
faltan tres dientes y su cara está arrugada. Sin embargo es feliz, al menos
hasta que la plata se le acabe y tenga que volver a casa, en un barrio
marginal. Entonces algún pato malo de los que siempre caminan bajo los postes
sin luces lo emboscará y le sacará la mierda a patadas. Entonces ya no será muy
feliz y perderá nuevamente un par de dientes. Habla de que una vez fue campeón
de boxeo y que peleó por conce en el estadio chile en Santiago. Peleó contra un
venezolano. Obviamente la pelea estaba arreglada, sin embargo el peleó con
todas sus fuerzas antes de irse a la lona. Sucedió hace treinta años atrás.
Seguramente no tenía esa barriga ni ese temblor en las manos. Recuerda como
después de que se fue a la lona la gente pifió y escupió sobre su cuerpo
machacado, luego las luces se apagaron
y la gente se fue, al final estuvo el con su cuerpo frío y dolorido , fue
cuando empezaron los temblores de su diestra y su vida como boxeador
profesional terminó. Antes de irse revisó sus bolsillos y solo tenía suficiente
para un par de copas y pagar el tranvía hasta la estación de trenes que lo
traería de vuelta al sur. Bebió en un bar que estaba cerca y un tipo lo encaró
por la pelea. Le dijo que era un vendido y luego le reventó una silla en el
rostro. Le quebró los tres dientes y lo dejó tendido en el suelo, como si la paliza
que antes le propinaron no fuera suficiente. Y lo dejaron ahí, tendido, a
merced de cualquier cosa: del frío, de los ladrones, de las ratas que en ese
tiempo abundaban en Santiago. El brillo en sus ojos se pierde por un momento y
se detiene en el horizonte, parece recordar algo agradable. Una mujer vuelve en
sus delirios de alcohol y de locura. Casi al final de la madrugada, como un
ángel una delicada chica de un burdel cercano le pone una manta sobre la
espalda y cubre su maltratado cuerpo. Ella lo acurruca entre sus brazos jóvenes
y blancos. Luego cura sus heridas y pone un paño con agua tibia en sus encías sangrantes y doloridas. Le cuenta
un cuento con un final feliz. Luego deja dinero en sus bolsillos y le besa en
la mejilla sin magullones. Le desea feliz viaje . Su sonrisa se trasluce y se
le puede mirar hasta el interior. Antes de hacerlo me detengo en una
advertencia de inmigración hasta las profundidades del alma: “ No nos hacemos
responsables por lo que ahí encuentre”. Es mejor dejar a un hombre con sus
fantasmas. Entonces me voy.
Una chica llega sola hasta el frente del pub donde
trabajan unos amigos míos. Es una chica atractiva. Viste una colorida falda con
flores grises, unas botas de cuero cafés y un suéter negro. Sus ojos son de un
negro brillante y su pelo largo y negro. Tiene algo en la mirada, sabe donde va
y sabe lo que quiere. El chico que la trae se despide de ella con un beso en la
boca, pero ella lo esquiva y solo se lo da en la mejilla. Los guardias la
saludan y la dejan pasar. Todos la miran . Es la chica que baila sola. Cuando llego los chicos de la puerta me
saludan afectuosamente. Me sonríen y me miman. Luego me dejan pasar. Tengo un
cigarrillo en el bolsillo y dos Lucas para una piscola. Saludo al barman y ella
está sentada en la barra pero en una esquina. Toma un cuba libre, con ron
bacardi. A su lado hay tres hombres pero todos le temen, ninguno se atreve a
hablarle .- La mina es mañosa- me dice el barman amigo mío. Empiezan a tocar
música tropical. El pub explota y la gente sale a bailar. Algunos intentan
pasos nuevos, otros solo lo intentan, otros solo se mueven, otros solo miran.
Las chicas visten pantalones de plus y poleras negras. Algunas muy elegantes y
otras con look universitario. Las minas producidas forman grupos de a tres o
cuatro en las mesas. A la luz de las velas brillan caipirignas o margaritas a
medio consumir. Miran a los minos, pero se hacen las lesas. Los chicos forman
grupos de a tres o cinco en otras mesas, a la luz de las velas brillan unas
cervezas y unas piscolas con el hielo ya derretido. Miran a las minas pero no
se hacen los lesos. Un tipo que esta en la barra y bebe solo, voltea varias veces. Mañana sentirá una
tortícolis en el cuello. Mira a una de las cuatro chicas que ahora vacían los
margaritas y sonríen como si un buen chiste hubiese escapado de una de ellas.
Denotan seguridad e integridad. Algunas son universitarias, otras trabajan en
bancos o en farmacias, que se yo. Sus miradas se ahogan en nada, las de los
chicos no logran surtir efecto. Algunos se atreven y van en goterones y las
sacan a bailar. Una chica mira al chico que la saca a bailar, ya lo había visto
pero hace cuenta que no lo había visto. El chico la mira, mejor dicho la
desnuda con la mirada y le pide que salgan a bailar. La chica le sonríe y le
dice que este tema no le gusta. La verdad no le gusta la camisa que el lleva,
es muy tosca y no hace juego con su blusa blanca. Otro chico se acerca luego.
Invita a la misma chica y ella acepta. El chico viste unos pantalones dokers de
algodón y una camisa de franela beige. Sus ojos son verdes y su pelo negro y
brillante, su sonrisa denota seguridad , pero su baile es horrible y poco
sensual. En un momento las cuatro chicas están bailando, forman una fila y hace
coreografías, se sonríen sin mirar a los chicos. Uno de ellos se acerca a una y
le hace preguntas. Ella solo sonríe y sigue bailando, el dj cambia la música y
toca algo de chichi peralta y las chicas vuelven a estallar. El tipo de la
barra sigue bebiendo solo, pide otro trago de lo mismo y se pone de pié, se
balancea peligrosamente y el dueño del bar y un barman lo miran con
incredulidad. El tipo se desploma repentinamente y ahí se queda. Un guardia que
es amigo mío lo lleva hasta la entrada y ahí intentarán recuperarlo. Mientras
ella , la chica que baila sola comienza su show. Baila en medio de las parejas,
rompe esquemas y su falda colorida de flores grises vuela. Sensualmente sus
manos bajan la medida para mostrar solo lo necesario. La mina no está ni ahí.
Las chicas universitarias la miran con cierto celo profesional. Algunas
aumentan su ritmo e intentan, aunque no lo reconozcan oficialmente igualar o
superar su baile. Pero la mina no esta ni ahí. Solo se mueve y la sensualidad
brota de su cuerpo como la leche recién ordeñada en un unicornio. Ella sonríe
con los ojos, con su boca, incluso sonríe con sus manos. Su cabello se pierde
en una maraña de luces de colores. Baja la vista y sus pies se mueven
maravillosamente. Nada ni nadie la puede tocar en ese momento. Es mágica, es
encantadora y ella sabe que ese encanto se perderá el dia que entre de la mano
de algún tipo, tal vez el que la vino a dejar, por la puerta del pub. Ese dia
ella tomará un margarita y el un Ballantines de 6 años. Luego bailarán en fila junto a otras parejas y
ella tendrá que bajar el nivel de sus movimientos por que a el, que es el que
paga la cuenta y pone el auto no le gusta que los demás miren a su chica. Luego
el la irá a dejar y querrá algo a cambio, algo por lo que el considera una
velada perfecta. La chica vuelve bruscamente a la realidad y sigue bailando,
sin parar, hasta no detenerse jamás.
Afuera alguien llora. Una mina está en medio de dos
tipos que se pasaron de tragos. Uno le dice a otro que se vaya a la mierda y el
otro le dice que comerá sus sesos de desayuno. Ambos visten sendas chaquetas de
cuero y sus cabellos son largos y rubios como en las películas. La mina les
pide que no peleen, que fue un error , que ella no tubo la intensión de causar
celos estúpidos, que ella solo vio a su ex y quiso ir a saludarlo, que lo besó
solo como amigos y que jamas pensó que el la
vería haciéndolo, ellas jamas tienen esa intención. Pero es demasiado
tarde. La pelea comienza. Se van con todos y la mina toma el celular. Intenta llamar
a alguien, pero como está tan borracha las palabras no le salen. Los tipos se
toman del pelo. Nadie los separa, ni los estacionadores que a esa hora beben
piscolas que camuflan debajo de los autos que están estacionados. Uno de los
estacionadores se llama chumajer. Le dicen así por que tiene un perro galgo que
lleva ese nombre. Mientras mira la pelea me habla al respecto. – Es el perro
mas lindo que hay.- Me cuenta que lo alimenta solo con comida especial para
perros y que a veces le hace una cazuela para complementar. Mucho ejercicio, trota
con el por las mañanas. La semana pasada lo llevó de cacería. Le dieron a dos
patos y un zorzal . El perro los encontró de inmediato. Tiene buen olfato.
Hablamos de perros. Son el mejor amigo del hombre. Yo recuerdo a la Marce y me
pregunto donde estará ahora, mal que mal me preocupo por ella. La fiesta se
acaba. Los taxis llevan a grupos de minas y de minos. Las cuatro reinas de la
noche se van en un suzuki swift. Se despiden de los chicos con los que
bailaron. Una de ellas le deja el número telefónico al tipo de los dokers de
algodón y los ojos verdes. Luego sale la chica que baila sola. Así como llegó,
el chico que la trajo la espera en la puerta. Se besan en la mejilla y luego se
van. El guardia me mira y me dice que volverá el próximo fin de semana. Los
chicos que se peleaban se detienen. Uno tiene el ojo muy dañado, el otro sangra
por las narices y tiene manchas de sangre por toda su camisa. La mina llora
sentada en la acera y no entiende nada. Luego ambos chicos se retiran hasta sus
autos, se amenazan a lo lejos, si gritan cosas y la chica vuelve con su nuevo
novio. Mientras caminan hasta un cheroky
gris de techo rojo ella le sigue diciendo que no tubo la culpa , ni la
intensión, que por favor la perdone.
Son las 5 de la mañana. En la esquina los pacos se
llevan a varios tipos que caminan borrachos por las calles. Los meten al
celular con algunos neos y un punga que pillaron asaltando a la vuelta. En el
suelo hay muchas botellas quebradas y tipos sentados en las aceras haciendo
hora. Los chicos que trabajan en los pubs se apresuran a correr hasta la última
discoteque que está abierta antes de que se acabe la noche, por que ellos
también quieren disfrutar. Unos chicos corren luego de robar una billetera a
uno de los estudiantes que permanecen rajas tirados en la plaza frente a la
estación. Se pierden detrás de la línea del tren, y ahí ni los pacos se meten.
El chico grita pero sus gritos se ahogan en la noche, por su boca sale un baho
de escarcha nocturna. El frío le cala en los huesos y ya no queda nada para
tomar. Inexorablemente tendrá que esperar al menos una hora y media antes de
que amanezca nuevamente y las micros comiencen a pasar. Yo termino de cruzar el
resto de la plaza y vuelvo a mi departamento. Se siente bien. El ruido
esporádico de la noche vuelve y se cuela por la ventana. Saco una cerveza y me
siento a ver el amanecer mientras allá abajo los últimos habitantes de la noche
regresan a sus madrigueras, de donde sea que hayan salido. Unos chicos se tiran
botellas vacías. El pub de debajo de mi depto apaga su neón y quedo a obscuras.
Los taxistas toman café con pisco para pasar el frío y esperan con luces
intermitentes la última carrera de la noche. Uno de ellos hace poco apareció
muerto en la desembocadura. Lo mató un tipo que quiso robarle veinte Lucas.
Mientras el turno termina los médicos del regional
desintoxican y cosen heridas de guerra. Una guerra cruel que se libra todas las
noches aquí en el barrio y en otras partes de la ciudad. Los repartidores de
diarios llegan temprano hasta la central de diarios de salas. Los choferes de
los camiones que llegan de Santiago a las 5 de la mañana traen las noticias
fresquitas, toman leche con milo y unos sambers del carro de la tia. Algunos
chicos que trabajan en los pubs también lo hacen con el dinero de las propinas,
igual que algunos carreteros que esperan hasta el amanecer. En medio del boche
y los diarios algunos piensan ya en el dia lunes, por que de seguro el domingo
se lo van a pasar durmiendo. Un chico se detiene a descansar sentado en la acera,
se embriaga con la paz del lugar, una paz ruidosa, ya sin música ni la tensión
de la conquista. Su estómago suena y no le queda ni uno, solo quiere que la
micro pase luego para irse a dormir. Antes de ponerse de pié otro chico le
clava un cortaplumas por la espalda y un chorro de hilo rojo y tibio se escurre
rápidamente por la espalda. El chico huye con un botín de quinientos pesos
mientras su víctima se desangra impotente sin que nadie corra en su ayuda. El
chico mira con ojos aterrados y piensa en su hogar, que ahora está muy lejos.
Sus mirada apunta al cielo gris y a una mañana helada en medio de la ciudad.
Sus gritos de ayuda se pierden, se ahogan entre el bullicio de los que
comienzan a sobrevivir a esta hora. El ruido de una micro que podría llevarlo a
casa se oye a lo lejos y eso lo reconforta un poco, pero ya nada ni nadie se compadece de el, con suerte será
la última víctima que esta noche cobre . la primera micro de la mañana que
marca el final de la noche. Otra noche violenta en el barrio salvaje.